
La Rosácea involucra el agrandamiento de los vasos sanguíneos justo debajo de la piel y puede estar asociada con otros trastornos cutáneos o con trastornos oculares. La etiología de la enfermedad permanece desconocida aunque se han barajado múltiples hipótesis: exposición climática, asociación con el consumo de alcohol, exceso de carbohidratos, bebidas con cafeína y comidas picantes, la presencia de un ácaro llamado Demodex folliculorum, La exposición al sol, el calor y el alcohol la empeoran. Hay que tener en cuenta que existen factores que pueden agravar el cuadro como el uso de cremas para uso local con corticoides o de medicamentos que lo contengan, la exposición prolongada al sol (en su defecto es necesario utilizar pantallas solares), las comidas o bebidas muy calientes o que contengan condimentos o alcohol, situaciones de estrés o ansiedad, algunos tipos de cosméticos y la exposición al calor o frío excesivos, como así también los cambios bruscos de temperatura.
Los síntomas incluyen el enrojecimiento de la cara en áreas diferenciadas o en toda la cara, tendencia a sonrojarse o ruborizarse con facilidad, incremento de la vascularidad (vasos sanguíneos como arañas llamados telangiectasia) de la cara, nariz bulbosa y enrojecida, erupciones cutáneas similares al acné (pueden exudar o formar costras), sensación de rostro caliente o de picazón en la cara.

Lamentablemente no hay forma de cura conocida para la Rosácea. El objetivo del tratamiento es identificar y evitar todos los posibles desencadenantes y así reducir la exacerbación o reagudización de la afección. De hecho, la National Rosacea Society recomienda enfáticamente llevar un diario de los síntomas para identificar los desencadenantes específicos; a medida que la persona le hace el seguimiento a estos síntomas, debe comenzar a observar un patrón al cabo de varias semanas de aquello que empeora la rosácea. Esta información se debe utilizar para evitar exacerbaciones futuras.
Actualmente no existe un tratamiento específico con el cual se consiga la cura definitiva, pero existen una serie de opciones con las cuales puede controlarse muy bien la enfermedad, si las mismas son realizadas con regularidad, evitándose en lo posible los factores desencadenantes o agravantes. Las medidas terapéuticas consisten fundamentalmente en la aplicación de cremas o ungüentos con antibióticos como el metronidazol o tetraciclinas, muchas veces acompañado, en forma combinada, con la toma de medicamentos con la misma droga. Con este tipo de tratamiento, en la mayoría de los casos, se consigue controlar en forma efectiva a esta enfermedad.
Estas medidas preventivas pueden ayudar: evitar la exposición al sol y utilizar protector solar todos los días, evitar el esfuerzo prolongado en clima cálido, procurar reducir el estrés, y limitar el consumo de comidas condimentadas, alcohol y bebidas calientes.
En casos graves, la cirugía láser puede ayudar a reducir el enrojecimiento. La reducción quirúrgica del agrandamiento del tejido nasal puede también mejorar la apariencia estética del paciente, si éste así lo decide.
Albert Calderón Vigo, MD
Director Médico